jueves, 7 de junio de 2007
APRENDER A LA FUERZA?
Perder el año escolar, cuando eso sucede, no debe ser una sorpresa para el estudiante, ni para maestros y padres.
La movilización ciudadana alrededor de la elaboración del Plan Decenal de Educación sacó a la luz un tema que desde hace años tiene con dolor de cabeza a muchos maestros y no pocos padres de familia: el reducido número de niños que pueden perder el año.
El problema es viejo. En 1987, cuando uno de cada cinco niños de primer año -21 por ciento- repetía, el Gobierno estableció la promoción automática. En 1999, todavía uno de cada 10 niños de primer grado reprobaba el curso, y el entonces ministro, Francisco José Lloreda, expidió en el 2002 el Decreto 230, que limitaba a 5 por ciento por curso el número de estudiantes que podían perder el año. Meses después, la nueva ministra, Cecilia María Vélez, expidió el Decreto 3055, que ordenaba aplicar el 5 por ciento, no a cada curso, sino al conjunto del colegio: esto aumentaba en algo la probabilidad de que los niños repitieran, pues se podía superar ese porcentaje en algunos cursos, si se compensaba con otros. Hoy, el 4 por ciento pierde el año.
Desde 1987, la medida ha sido muy criticada: para muchos maestros, los malos resultados de los niños con problemas emocionales, culturales o de aprendizaje no son responsabilidad de la escuela o el maestro, sino del ambiente o el carácter del menor. Aunque en parte esto es cierto, la solución -que el niño vuelva a tomar las mismas materias del año anterior (e incluso repita las que ya aprobó) en un curso con compañeros menores que él- no ha tenido acogida: la mayoría de expertos consideran que más bien agrava el problema.
La discusión del Plan Decenal ha dado pie para que reaparezcan esas críticas y se diga que, como no se puede amenazar a los niños con perder el año, estos no trabajan, es difícil mantener la disciplina y cae la calidad de la educación. Aunque los datos son precarios, lo que se sabe muestra que, al menos desde que existen las pruebas Saber, se tiende hacia un leve mejoramiento de los resultados escolares.
La educación es un proceso complejo. Lo importante es que los docentes logren motivar a los estudiantes, impulsar su ambición de aprender y promover una disciplina de trabajo. El temor de perder el año puede tal vez mejorar la disciplina de algunos, pero es poco probable que influya sobre la mayoría; al pasar esos estudiantes perturbadores al curso siguiente, la situación es usualmente más difícil y el niño afectado se ve marcado, desde los 6 o los 7 años, por el estigma del perdedor. Pero no se justifica sobredimensionar esta herramienta, que es apenas una entre otros factores de mayor impacto.
Repetir es caro: los 350 mil estudiantes que cada año lo hacen usan cupos que otros podían disfrutar, y representan costos cercanos a los 400.000 millones de pesos. Un elemento curioso es que la mayor proporción de repitencia está en los grados más bajos. Hoy, 8 por ciento de los niños del primer curso repiten. El porcentaje de reprobados en educación media, donde la amenaza de pérdida podría tener algún impacto pedagógico y donde los problemas de disciplina son más frecuentes, es cercano al 3 por ciento.
Es sensato revisar la norma a la luz de la experiencia reciente, sin introducir cambios bruscos que ningún estudio justifica. Por qué no mantener el límite del 5 por ciento en la escuela básica, donde es esencial el desarrollo psicológico, emocional y social del niño y donde unir alumnos de edades diferentes en una clase trae muchos problemas, y aumentar el porcentaje en la secundaria, donde es más importante la adquisición de conocimientos.
Pero la regla es marginal y mecánica y sirve para evitar casos extremos, en los que muchos estudiantes pierden. La razón está menos en los alumnos que en una escuela deficiente y mediocre. Lo esencial es mejorar la calidad de la educación y que cada colegio, cada escuela, desarrolle programas adecuados para hacer más atractivo el aprendizaje, atender a los estudiantes con problemas en algunas materias y estimular y reconocer a los que se apasionan con el conocimiento o el arte. Estrategias como los Círculos de Aprendizaje, en los que estudiantes 'pilos' de 10o. y 11 ayudan después de clases a los alumnos de familias desplazadas que van mal, en Soacha y Cazucá, son ejemplo de las medidas imaginativas que hay que buscar.
Se deben estudiar bien las causas de la alta tasa de repetición de primero y segundo, pues podrían contrarrestarse con mejor atención inicial o con educación preescolar dirigida a los grupos de riesgo. Y es esencial que el sistema de seguimiento y evaluación de cada entidad esté atento durante todo el año al desempeño del estudiante y le brinde ayuda en el momento oportuno. La pérdida del año, si se da, no debe ser una sorpresa ni para el estudiante ni para los maestros. Ni para los padres.
ARTICULO TOMADO DEL TIEMPO
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